Prometiste ser abrigo en mi tormenta,
un refugio fiel cuando el alma revienta.
Juraste quedarte si todo dolía,
y fuiste promesa… pero no compañía.
Yo estuve en la orilla cuando te caías,
cuando el mundo te ahogaba y no respondías.
Te abracé con miedo, con fe desgastada,
cuando hablaste en susurros de no ser nada.
Te sostuve entera cuando te rendías,
cuando hablaste de muertes en tus días.
Fui faro encendido en tus madrugadas,
luz que nunca pidió ser bien pagada.
Pero llegó el día en que fui yo el abismo,
y tu voz, que era escudo, se volvió silismo.
Te fuiste callada, sin mirar atrás,
justo cuando el dolor me pedía más.
No pedí que salvaras lo que no entendías,
solo que te quedaras… como tú decías.
Pero fuiste ausencia, fuiste despedida,
en el peor capítulo de mi vida.
Así se rompen las promesas sinceras,
no con gritos, ni golpes, ni primaveras…
sino con el eco de un “voy a estar”,
que se pierde en la sombra al no regresar.