Regresaste sin juicios ni cadenas,
con la calma de quien mira sin condena.
No buscaste heridas para señalar,
solo un espacio donde pudieran descansar.
Tu cercanía no exige promesas,
acaricia lo roto sin torres ni piezas.
Hay en tu gesto un lenguaje sutil:
el arte de ver sin querer definir.
No somos destino ni certeza escrita,
apenas un “casi” que el silencio habita.
Y, aun en la duda, tu abrazo revela:
a veces ser visto es la forma más plena.