Quisiera hallar reposo en mi propio abismo,
convertir el eco en canto, y no en lamento.
Ser raíz que aún temblando bajo el mismo
suelo árido, persiste en su intento.
He sido templo en ruinas, voz sin suelo,
una grieta abierta tras cada estación.
Pero ansío la paz como el cielo al deshielo,
como el mar cuando pierde su obsesión.
No pido milagros ni soles eternos,
solo un silencio que no duela al tocar.
Un instante sin sombras internas,
un cuerpo que no tema respirar.
Quiero renacer sin negar mis escombros,
sin esconder lo que sangra en mi piel.
Ser lenguaje sutil entre los hombros
de quien un día se quiso ser fiel.
Que el dolor no me escriba la última línea,
que la noche no sea clausura sin fin.
Quiero ser quien camina, no quien se encamina
a fingir que está bien para no incomodín.
Y si he de llorar, que sea por belleza,
por ver que aún hay brotes donde creí morir.
Porque también florece la tristeza
cuando se aprende, al fin, a sobrevivir.